Estaban golpeando a ciegas. Y no avanzaban. Era la sensación que crecía dentro del hermano Espinetiel, mientras miraba a la Barrius Oscurum, a través de los cristales blindados de la Sésamus Oscurum.
Dos destructores gemelos magníficos, de la clase Cazador. Una clase muy común dentro de la flota de los Hijos del León debido a la profunda desconfianza que sentían hacia todos los demás elementos de la jerarquía militar imperial. El resto de la flota a su cargo lo conformaban un par cruceros de asalto y tres fragatas tipo Nova de escolta. Suficientemente grande, pero no tanto como para llamar la atención. Lo último que quiere el Círculo Interior es llamar la atención.
Señor de la compañía al mando de esta fuerza de los Ángeles Oscuros, había sido enviado a varias misiones en busca de Caídos, pero en ninguna de ellas había encontrado rastro. Era como golpear a ciegas. Y los golpes no estaban obteniendo fruto alguno.
La moral entre la tropa estaba alta, los no iniciados desconocían cual era la verdadera motivación de su cruzada. Pocos conocen el terrible secreto de lo sucedido hace diez mil años Para ellos solo eran una serie de misiones que habían resultado relativamente fáciles. Las tareas de la flota, en realidad meras tapaderas, incluían patrullas rutinarias, protección de naves mercantes o apoyo orbital a los ejércitos desplegados en los planetas que eran sospechosos de albergar algún antiguo hermano.
Nuevas órdenes habían sido recibidas. Se las habían comunicado personalmente en sus aposentos privados hacia unos minutos. En un capítulo con con tantos secretos que guardar, a menudo las órdenes sólo se podían transmitir en persona por Donpinponiel, el viejo maestro de astrópatas.
Habían surgido rumores relativos a un pequeño sistema de estrella binaria, y la pequeña flota era la más cercana. En realidad no deberían estar allí, pero una escaramuza había causado daños en los motores de disformidad de algunas de las naves más pequeñas y no queriendo dividir la flota, se había optado por permanecer allí hasta que las reparaciones culminasen. Apenas sería un pequeño salto en la disformidad desde ese punto.
Si hubiese creído en ello, como el venerable hermano bibliotecario Gustaviel, el más anciano y dicharachero de los tres que le acompañaban, hubiese dicho que el retraso era cosa del destino, y que esta vez sí que encontrarían lo que buscaban. Pero era un hombre pragmático y se tomaba las cosas como venían.
Apartando de sí la sensación de vacío por la falta de resultados, dio la bienvenida al estrategium a sus oficiales más próximos. Coquiel, el maestre de la primera compañía. Los hermanos bibliotecarios Gustaviel, Epiel y Blasiel. Y el conde Draquiel, maestre de la segunda.
Y mientras los servidores iban sacando cócteles de variados colores, pues habían recibido órdenes de ser muy tropicales, inició los preparativos para la incursión en el sistema Naoulus. Con la secreta esperanza de que esta vez si, diesen un paso en su búsqueda a través del tiempo y del espacio de la batalla final, que supondrá la redención o la condenación definitiva del capítulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario